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viernes, 27 de enero de 2012

Capítulo 9: Notas.

 Tocaba clase de ciencias sociales. De todo el temario, sólo me interesaba la forma de vida de las personas en otras épocas, cosa que ahora mismo estábamos dando. Íbamos por la Edad Media, justo la época que más me gustaba.
-Puf, de verdad, Kay… No sé como te puede gustar sociales. Es un verdadero aburrimiento.
-¡Tan aburrido no es! Y menos esto, la Edad Media. ¿No te interesa cómo eran hace algunos años?
-¿Sólo algunos años? –Nicolás rio e introdujo las manos en sus bolsillos. Simples actos como ese hacían que bajara la cabeza y sonriera para mí misma.
-Bueeeeno. Ah, mira; ya estamos aquí. Entremos rápido.
Entramos y nos sentamos en nuestros sitios. Lancé un saludo a Irene, la que me contestó con una tímida sonrisa. A nadie le dio tiempo de hacer algo más, pues la profesora acababa de entrar y estaba dando golpes en la pizarra, en señal de que todos nos calláramos. Cuando por fin le hicimos caso, dijo una página del libro y comenzó con la clase.

-Eh, ¿de verdad no te aburre?
-¡Shhh! Al final te pillan, y nos castigan a los dos.
A veces Nicolás se ponía terriblemente pesado mientras la profesora explicaba. Cuando se aburría, se dedicaba a charlar con alguien. Al cabo de unos segundos en silencio, pensando que por fin había cedido y que se iba a callar, una bola de papel me dio en la cabeza, con una letra un poco deforme en la que ponía:

Bueno, bueno, pues si no quieres hablar oralmente tendrá que ser por cartas. ¿Sabes que ahora toca música, no? Espero que tú también te hayas apuntado, porque nos lo pasamos genial en clase de Miriam, la maestra. Además, dijo que tenía algo especial preparado para el día de hoy.

Cuando terminé de leer la carta arranqué un trozo de hoja de mi libreta y cuidando de que la profesora no se diera cuenta, escribí mi contestación:

¿Pero tú no te das cuenta de que lo que yo quiero es NO hablar? Que nos van a pillar, verás. Y sí, me apunté a las clases de música. Me encantan, aunque en mi anterior instituto se hacían un poco… Aburridas. Pues haber cual es  la “sorpresa”, ¿no?

Leí un par de veces mi nota, añadí un emoticono sonriente al final del todo, doblé el papel y se lo tiré a Nicolás. Este, estaba embobado mirando al frente, y cuando mi cartita le dio en la cara y lo despertó tan repentinamente, reprimí una gran carcajada. Al darse cuenta del papel, me miró sonriente, lo leyó y se dispuso a escribirme de nuevo. Cuando terminó, yo estuve pendiente, y en consecuencia cogí la carta al vuelo. Miré a la profesora para asegurarme de que no me iban a pillar y me puse a leer:

¡Y por qué no! Si es muy divertido hablar en las clases. Me alegro de que te hayas apuntado a las clases, ya verás como te gustan. Si es que… Aunque creas que no, este pequeño pueblo tiene mucho que enseñarte, y una de las cosas es que no todo lo bueno está en tu queridísima ciudad. Ya mismo la descubriremos, porque quedan cinco minutos para que toque la sirena.

Empecé a escribir una carta respuesta, antes de que pitara:

Sí, pero lo que no es divertido es ver un cero patatero en el próximo examen. Pues sí, eso espero. Hmm, ¿estás intentando enseñarme una buena lección? Jajajaja.

Le lancé la carta, y fue terminar de leerla y no darle tiempo a más, pues la sirena acababa de tocar y los alumnos se movían hasta la siguiente clase, música para algunos. 

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